En cada nivel se ven ejemplos de trabajos desarrollados en el taller

 

UNAS POCAS PALABRAS PERSONALES...
A modo de presentación.

Hace ya muchos años empecé el camino de ser arquitecto, todavía estoy en eso. Antes de tener el título – que es un detalle en un largo proceso- ya era docente, tarea que me apasiona e interrumpí desde la Noche de los Bastones Largos hasta 1984. Al año siguiente fui profesor por concurso y hace un par de años elegido Profesor Consulto por el Consejo. Como nunca dejé la profesión hice mucho y por lo tanto bueno, malo y más o menos. El que quiera chusmear, por lo menos lo más visible de esta información, no tiene más que abrir www.estudioc4.com.ar, ahora es fácil averiguar.

Tengo un equipo de gente a la que aprecio profundamente. Algunos están conmigo desde el principio, otros se fueron incorporando, muchos fueron alumnos del taller que decidieron continuar en un lugar que los enriquecía. (Como personas, está claro que no en la billetera). Algunos son muy buenos teóricos, otros llegan a la noche al taller con el barro de la obra en los zapatos, hay quienes concilian muchos aspectos y hay fuertes diferencias de edades. Un equipo que es suma de diferentes complementándose. No nos une una idea estructurada acerca de cómo deben ser las cosas y menos la arquitectura, no tenemos ninguna verdad revelada acerca de la forma ni la función, menos aun una estética compartida y a inculcar.

Más bien nos unen otro tipo de convicciones que obviamente son las mías:

• Que el mundo de la arquitectura es infinitamente rico y vasto como para encerrarlo en fórmulas.
• Que pese a ello, el arquitecto maneja siempre recursos finitos y escasos que debe administrar con inteligencia y al servicio de la sociedad en que habita, haciendo de esto más que una limitación un motivo para su creatividad. Las nuevas y legítimas preocupaciones ambientales de la agenda de hoy no son más que una extensión parcial de lo anterior.
• Que un arquitecto debe incorporar y sintetizar – y un alumno en la medida de sus posibilidades- la mayor cantidad de información que genera su ámbito cultural, tanto en lo técnico específico como en lo histórico cultural, en su ser en el mundo.
• Que “estudiar” arquitectura en los cursos formales es parte del proceso de devenirse arquitecto, de construirse como persona-arquitecto. Que por lo tanto, esto se puede aprender (en el modo de comprometerse profundamente y de un modo personal e intransferible) pero no se puede enseñar (en el modo de inculcar informaciones pre- establecidas).
• Que el alumno tiene derecho a experimentar, a equivocarse y a ser respetado como persona con su propio ritmo y necesidades.
• Que un taller es entonces un espacio común, una atmósfera de participación no compulsiva, libremente asumida pero comprometida.

Dicho más sencillo, un taller que sea un lugar al que se venga con ganas y del que se salga cada día con la alegría de haber aprendido algo (tanto docentes como alumnos). Por supuesto, no todos los días salen así, pero cuando se da vale la pena.

Arq. Jorge J. Cortiñas
Prof. Titular